
Querida Comunidad:
Como siempre cuando se acerca la Navidad solemos hacer un balance del año, mirar para atrás y evaluar nuestros logros y fracasos. Es saludable hacer esta suerte de examen de conciencia personal porque nos permite bajarnos del acelerado tren en el que estamos para mirar nuestra vida con otra perspectiva. Seguramente lo primero que aparecerá será lo malo, lo que padecimos, lo complicado que fue vivir en nuestro querido país, sobre todo en un año electoral. Sin embargo, el Niño que está por venir nos invita a tener una mirada más positiva y agradecida de nuestra vida, valorando las cosas buenas, la presencia y cercanía de nuestros afectos más cercanos.
El mensaje de la Navidad es que se puede prescindir de todo en la vida, menos del amor. Y de paz. Necesitamos pacificar nuestros corazones, aunque afuera hagan ruido los violentos. No hay Navidad posible si en nuestra pobreza no habita Dios. Cada fin de año nos agarra cansados, con el calor y el caos de terminar con todos los compromisos, el estrés de las compras y la definición de dónde y con quién lo vamos a pasar. Lamentablemente la navidad, como celebración religiosa, se fue perdiendo a raíz de la cultura de la sociedad de consumo. Tenemos lo que supimos conseguir: una Navidad sin Jesús. No es de extrañar, entonces, que no haya espíritu navideño. La cultura consumista fue secuestrando el auténtico sentido de la Navidad para convertirla en una fiesta donde todos celebran, pero muchos no saben por qué. Y, si no saben “qué” se festeja, sería lógico que en algún momento ya no tengan más ganas de festejarla. Recuperar el verdadero sentido de la fiesta del nacimiento de Jesús será todo un desafío para los que quieran celebrar una navidad, de verdad, feliz.
¡Feliz y bendecida NAVIDAD!
- Damian Fredes
Párroco